posteriormente también escribió
Inteligencia social, la segunda parte del libro Inteligencia emocional.
Goleman fue
cofundador de la Collaborative for Academic, Social and Emotional Learning
(Sociedad para el Aprendizaje Académico, Social y Emocional) en el Centro de
Estudios Infantiles de la Universidad de Yale (posteriormente en la Universidad
de Illinois, en Chicago), cuya misión es ayudar a las escuelas a introducir
cursos de educación emocional.
La auto conciencia. Es decir, tener la habilidad de reconocer y
entender las emociones propias y el estado de ánimo, identificar el estado
emocional concreto en la rutina diaria para poder analizar también, el efecto
que produce en el entorno.
La autorregulación: implica la capacidad de controlar los impulsos
y las emociones de una forma asertiva para evitar vivir a merced de los
impulsos más primarios. Por ejemplo, se trata de aprender a pensar las cosas
antes de hablar, poder racionalizar la emoción para evitar que te desborde y se
transforme en ansiedad… O adquirir tus propios recursos para aprender a
motivarte a ti mismo.
La motivación: La falta de motivación se
traduce en aburrimiento, cansancio, rutina entendida de una forma negativa,
tristeza… En cambio, tener una razón para luchar se transforma en un motor para
vivir.
La empatía: Tener la capacidad de
ponerte en el lugar del otro. Salir del filtro de tu individualidad para poder
ver las cosas desde otra perspectiva. Esta cualidad es fundamental en las
relaciones interpersonales y también, en el trabajo. Favorece la comprensión
mutua. Por tanto, las habilidades sociales componen el mapa del quinto
ingrediente esencial que tiene como cualidad una persona inteligente a nivel
emocional.
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